sábado, 31 de agosto de 2013

La Maldición del Trovador

Tomé ansioso mi celular. Escribí un mensaje de texto y adjunte la foto que hacía un momento había tomado y la envié. Sabía que la respuesta iba a ser inmediata. Mientras la esperaba, volví a mirar por la ventana de mi departamento. Quería estar seguro de que lo que veía era real. Estuve tentado de acercarme hasta allí, pero decidí esperar a que viniera Germán,mi amigo. El mensaje me llegó."Noooo,me estas jodiendo! Voy para allá". 
Sabía que me iba a contestar algo así,estaría tan sorprendido como yo. Él vivía a tan solo tres calles de mi casa,así que era cuestión de esperar sólo unos minutos para que llegara.
Suena el portero y le abro. Me saludó todavía respirando dificultosamente, evidenciando que había venido corriendo. Se acerca a la ventana y su expresión era similar a la que aún tenía yo: de incredulidad.
-"¡¿Vamos para allá?!", me preguntó
-"Si,¡Vamos!",le contesté sin dudar y salimos.
                                                           ...................................................
De chico había en mi barrio un hombre que contaba historias. Era mayor,yo le calculaba unos cincuenta años más o menos y siempre se sentaba en un banco de la plaza, preferentemente ocupado. Pidiendo permiso se acomodaba con movimientos lentos y sin que nadie se lo pidiera, comenzaba a relatar alguna historia. Eran entretenidas,más para los más pequeños. Pero también lo eran para los adultos, porque rara vez se iban antes de que terminara sus historias. Siempre fumaba puros y tosía y carraspeaba muy seguido,seguramente a causa del tabaco y su avanzada edad. Lo creían loco, pero un loco indefenso al que sólo le gustaba hablar e inventar cosas.
La primera vez que lo vi estaba con dos amigos jugando a la bolita en la plaza y el pasó caminando cerca nuestro. Al vernos ahí,se sentó y comenzó a hablarnos. Nos preguntó si sabíamos la historia de ese juego y sin esperar que contestemos empezó a relatarnos,lo que supongo, era un invento. Cuando terminó,se fue. Así,sin más preámbulos. 
Recuerdo con gracia que ese día, mientras nos hablaba, cada tanto paraba para carraspear y  escupir al aire. Por el desagradable sonido que hacía parecía que se le iba a salir un pedazo de laringe. Luego largaba el escupitajo que en su largo camino al suelo dibujaba extrañas figuras en el aire. Cuando se iba intentábamos hacer lo mismo pero nunca pudimos.
A partir de ese día, comencé a prestarle atención. Siempre lo veía allí,sentado, hablando con cualquiera que quisiera escucharlo. En esa plaza nunca le iba a faltar compañía, porque era muy grande,con muchos árboles y juegos. Era un hermoso espacio verde que también se utilizaba para hacer deportes. Sea verano o invierno siempre había alguien.
Hasta que un día no lo vimos más. Desapareció. Nadie sabía de él,y seamos sinceros,a nadie le importó. Cada tanto,cuando nos reuníamos con mis amigos de la infancia, nos acordábamos de él.
                                                              ..............................................
Salimos del edificio caminando rápidamente. La vereda estaba atestada de gente y para evitarlos caminamos sobre el cordón de la vereda. Esperamos que el semáforo nos diera paso y cruzamos la calle con rumbo a la plaza. Al acercarnos fuimos aminorando la velocidad hasta detenernos completamente. Lo teníamos a solo unos metros. Nos quedamos absortos mirándolo. Era él. Treinta años después de haber desaparecido de un día para el otro. 
Estaba sentado,fumando un puro y hablando con una señora. A pesar del tiempo que pasó estaba exactamente igual, hasta vestía ropas contemporáneas. Habíamos pasado inadvertidos para él debido a la gran cantidad de personas que iban y venían por la plaza. 
-"Esto no puede ser verdad...,debe ser el hermano o algún pariente...",me dijo Germán mirándolo fijamente.
-"La verdad no sé...¿que hacemos,le preguntamos?
-"vamos a esperar a que se vaya la mujer o él y le preguntamos. Vamos a sentarnos allá". Y nos fuimos a sentar sin dejar de mirarlo. Era increíble. Lo veíamos y no le creíamos. ¿Cómo podía ser que una persona después de treinta años esté exactamente igual? ¿Qué le había pasado todo este tiempo?
-"Capaz que el viejo estuvo en coma o algo así...¿Viste que hay casos en el que pasan años en estado vegetativo y de repente se despiertan y siguen como si nada...o capaz lo congelaron como a Walt Disney". Lo miré pensando que bromeaba pero Germán lo decía con seriedad, mientras seguía sin quitarle un segundo los ojos de encima.
El viejo continuaba hablando con la mujer. Ella solo lo escuchaba y asentía sin decir nada. Él fumaba su puro y movía las manos acompañando su relato mientras nosotros nos planteábamos seriamente intervenir en la charla porque la espera nos estaba matando. De pronto la señora lo saluda y nosotros nos paramos velozmente ni bien vimos que ella inclinaba su cuerpo para tomar envión y ponerse de pie.
-"¡¿Qué hacemos ahora?!,¿nos sentamos con él?", le pregunto con algo de nervios
-"¡Si,ni hablar!"
La señora no se había alejado ni dos pasos, que nosotros ya estábamos sobre él.
-"¿Le molesta jefe si nos sentamos acá?", le pregunto Germán.
-"Para nada muchachos,siéntense,así de paso me acompañan",nos respondió con suma amabilidad...¡y con la misma voz que le recordábamos! Nos cruzamos miradas sorprendidas mientras nos sentábamos a su lado. Él miraba hacia la calle,echando un humo espeso por la boca. Tocio un par de veces y luego comenzó a carraspear con brusquedad y lanzó una salivazo que llegó a una gran distancia. Ya no quedaban dudas, era él.
-"Aaaah,por fin me lo pude sacar...no podía hacerlo con la mujer a mi lado, ustedes sepan disculpar muchachos...". Nos miramos y sonreímos.
-"No hay problema", le dijimos y Germán ya sin control lo inquirió
-"Maestro,le tenemos que preguntar algo,esperamos sepa entender y no se ofenda por la forma en que lo hacemos...¿Puede ser que usted venía a esta plaza hace unos treinta años? Nos parece muy familiar su rostro..."
El viejo nos observó minuciosamente antes de contestar,mientras el humo salía de su nariz y boca. Luego miró hacia la calle y dijo:
-"Si,...he viajado mucho durante mi vida,mucho. Recuerdo haber estado acá antes,hace varios años". Y nos miró,entre preocupado e intrigado.Parecía que le molestó haber ser reconocido.
-"¿Nos conocemos,muchachos?, nos preguntó
-"Creemos que sí, usted venía siempre a esta plaza y se sentaba a hablar con las personas...hablaba con todos. A nosotros nos contó varias historias también", dije queriendo llegar rápido a lo que de verdad nos interesaba.
Me contestó con un "Ajá",y se quedó esperando la otra pregunta, la que sabía que le íbamos a hacer.
-"Le vamos a ser sinceros señor...aunque pasaron muchos años a usted se lo ve igual...Como si no hubieran pasado los años..."
El viejo se quedo en silencio,pensativo. Se mordió el labio superior y suspiró. Nos volvió a mirar de arriba a abajo a los dos y finalmente nos dijo:
-"Les voy a contar una historia...",nos dijo, y comenzó a narrarnos la historia.
-"Hubo una vez un extraordinario trovador que vivió en la Francia de la Edad Media. Este hombre iba de pueblo en pueblo cantando para los pobladores y con cada soneto que era escuchado,el trovador absorbía parte de su energía,que lo mantenía vivo y joven.  Era una maldición para él, porqué no podía dejar de hacerlo. La música era su vida. Para morir tenía que dejar de hacer lo que más le gustaba, que era cantar. Prefirió vivir en soledad,pero haciendo lo que más le gustaba,que era compartir su arte. El martirio era tan grande que  cada tanto dejaba de hacerlo,y su vida se consumía como la de cualquier persona normal, pero sufría horrores no cantar. Los pobladores que lo veían le pedían que les recite alguna canción y él no podía decir que no. La pasión y el ego de sentirse admirado fueron su perdición. Los siglos pasaron y vio caer imperios,reyes y naciones. Vivió las guerras en carne propia y siempre hizo lo suyo. Un día conoció a una mujer de la que se enamoró locamente,y ella de él. Esta mujer,aún conociendo su maldición decidió ser su mujer,y le dio un hijo. Ese hijo, sin saberlo, fue su salvación. A partir del nacimiento del niño, el trovador comenzó a envejecer con normalidad y murió en paz. Lo que nunca supo es que le pasó la maldición a su hijo, que aunque nunca fue bueno para el canto o los instrumentos, si lo era para narrar historias..."
Cuando terminó de hablar, vimos que el viejo tenía la mirada perdida en algún punto de la calle. Nos pidió perdón, y se fue caminando lentamente.
Nosotros nos quedamos en silencio,absortos por la increíble historia que acabábamos de escuchar y con la sensación de que le habíamos dado algo más que un rato de atención a un viejo loco.
                                                                                                                               FIN

No hay comentarios:

Publicar un comentario