jueves, 23 de enero de 2014

El Debut

-"¡Mirá Gustavo!,¿te acordás?"
Enrique me señaló el frente de la vieja casa. Íbamos a buscar unos repuestos para mi auto cuando frenó  allí abruptamente,ubicándose justo frente a la puerta.
Lancé una carcajada
-"¡Uff,como si fuera hoy!"
...........................................
Corría el mes de marzo de 1991.
La clase de Historia transcurría lenta y aburrida. La profesora Franchescini o como quiera que se llame, la hacía aún más densa con su voz chillona,como de cacatúa en celo. Me daba dolor de cabeza. 
Jorge,mi compañero de banco, me mira y me pasa sigilosamente un papel doblado por debajo de la mesa. Lo abro y veo un grotesco dibujo de la profesora con forma de pájaro con arrugados  pechos caídos. Un dibujo horrible,pero gracioso. Me río tapándome la boca con la mano derecha.
-"¿Me pueden decir de que se ríen,señores?". 
-"Perdone profesora",respondí tratando de hacerlo con seriedad aunque tenía todavía una mueca divertida en la boca.
Nos miró de mala manera y siguió con la perorata de no sé que batalla en la época del Virreinato.
Adelante estaban sentados Marcelo y Oscar. Aunque este año era el primero que compartíamos juntos,nos conocíamos desde que empezamos el secundario.Y a nuestro alrededor, un mar de mujeres. Sí,sólo éramos cuatro varones en un curso de cuarenta alumnos. Mujeres por doquier. Donde uno posara los ojos, había mujeres. Con lo negativo y positivo que eso tiene.
Cuando la hora terminaba y contábamos cada minuto para que suene el timbre del recreo,Jorge me pregunta:
-"¿Y,vamos a ir hoy o no?
-"Supongo que si. En el recreo hablamos con los del otro curso a ver que dicen ellos. ¿Trajiste plata,no?"
Metió sus manos en el bolsillo del guardapolvo y me mostró diez pesos arrugados.
Sonó el timbre y como resortes se levantaron todos al mismo tiempo,vociferando y arrastrando las sillas estruendosamente. La profesora levantaba su voz chillona diciéndonos algo que a casi nadie le interesó. Salimos al pasillo mientras los de 5°4° salían en malón de su aula. Los cuatro nos quedamos agazapados en la puerta. Saludamos a algunas de las chicas esperando a que aparezcan Enrique y Aldo. Ellos también estaban en un curso numeroso,aunque estaban mejor distribuidos, habiendo casi tantos varones como mujeres. Cuando ya quedaban pocos en la hilera de alumnos que salían,aparecieron.
Enrique,con sus rubios rulos altos al estilo Soda Stereo,tenía una llamativa campera desflecada celeste de jean y unos pantalones chupines con agujeros en las rodillas, acompañado de unos borceguíes por arriba de los tobillos. Aldo era más formal. Llevaba un jean negro y una campera de gimnasia azul,con su característico pelo largo ensortijado y calzaba unas zapatillas Topper de lona.
Cruzamos saludos y sin esperar pregunté
-"Che,¿vamos hoy,no?"
-"Si,ya hablé con la dueña del lugar y me dijo que vayamos a las 6",contestó Enrique mientras jugueteaba con uno de sus aros. Nuestros ojos brillaron con picardía.  Sabíamos que hoy iba a ser un día especial.
Salimos al patio para charlar y organizarnos bien. Nos quedaban tres horas más y luego saldríamos del colegio a enfrentar nuestro gran reto.
Sonó el timbre y luego del tercer aviso de la preceptora entramos al aula.
Promediaba la última hora y comenzamos mirarnos con complicidad. Los nervios eran cada vez más grandes. En un momento llegué a pensar en abortar la misión,pero si lo hacía me iban a cargar por el resto de mi vida.
En el frente,la profesora de Contabilidad escribía y escribía sobre el pizarrón pero ni yo ni Jorge copiábamos nada. Y por lo que veía tampoco lo hacían Marcelo y Oscar, que jugaban de manos y reían como dos nenes. 
Cuando ya casi era la hora de salida,Marcelo se dio vuelta aprovechando que la profe no lo veía y con expresión lujuriosa saco la lengua mientras unía el indice y el pulgar de su mano derecha en círculo  e introducía en él el indice de la mano izquierda. Me hizo reír su cara de degenerado.
Cuando escuchamos el timbre de salida guardamos todo rápidamente y volvimos a juntarnos en la puerta del salón. Era la hora señalada. Estábamos ansiosos y algo temerosos.
En el SUM un embudo humano se apretujaba hacia la angosta puerta que daba a la 844. Yo iba con Jorge,Oscar y Marcelo y más atrás venían Aldo y Enrique. 
Ya en la vereda, aguardamos a un costado y los esperamos en el kiosco que estaba antes de llegar a la esquina de la 894. Corroboré que tuviera la plata en el bolsillo. Efectivamente ahí estaban los 10 pesos que me pronto me convertirían en un verdadero hombre. 
Cuando por fin estuvimos todos comenzamos la marcha triunfal. Íbamos a conocer"la cara de Dios",como solían decir,aunque nunca entendí el significado de aquella frase. 
Enrique parecía el más confiado. A él le habíamos encomendado la compra de los profilácticos y también fue el encargado de buscar el lugar.
En el camino todo fueron risas y nervios guardados. Hicimos las cuatro cuadras hasta la estación y encaramos para el lado de Reflex, el boliche top de la zona. De ahí,nos dijo, eran cinco cuadras más para el lado de Claypole.
Entre el sol y la adrenalina estábamos transpirando como condenados. 
-"De aquella esquina,media cuadra más",acotó Enrique con seguridad.
La calle asfaltada del tranquilo barrio estaba infestada de chicos andando en bicicleta y jugando a la pelota mientras algunos personas mayores hablaban sentados en las veredas.
No éramos del barrio y ellos lo sabían. Supuse que también se imaginaban a donde y a lo que íbamos, lo que me dio mucha vergüenza. Traté de esconderme poniéndome en medio de mis compañeros pero aquello fue estéril.
"La cara de Dios",pensé mientras mis amigos fantaseaban con las posiciones que iban a hacer. 
-"Es acá"
La puerta estaba pegada a una cortina de metal escrita con aerosol. Me causó gracia ver escrito en rojo"cogincho",entre algunos nombres de chicos y de grupos de rock.
Los seis estábamos pegados uno al otro en la puerta,tratando de pasar inadvertidos, aunque sentíamos las miradas de todo el barrio en nuestras espaldas.
Al fin,se abrió la puerta. Una mujer de unos sesenta años nos recibió con cara de desconfianza.
-"Pasen",nos dijo mientras nos escudriñaba uno por uno.
Entramoss y caminamos por un largo pasillo donde había otra puerta con una pequeña mesa a un costado. La mujer se sentó,sacó un cuaderno y anotó algo. Volvió a mirarnos y con el dedo nos empezó a contar.
-"Son seis,pero solo hay cinco chicas. Pasa que tan temprano no suelen venir los clientes. Uno va a tener que esperar",dijo mirando a Enrique,que era la cabeza del grupo. 
-"¿Qué hacemos?", nos preguntamos.
Nos cruzamos miradas para ver quien era el que esperaba pero ninguno se ofreció. 
-"Espero yo",dije
-"No,yo",dijo Oscar
-"No,no,déjenme a mi, yo espero...",sentenció salomónicamente Aldo.
La mujer seguía seria,esperando que nos pongamos de acuerdo mientras miraba su reloj.
Hablamos un momento y aceptamos la oferta de nuestro amigo.
-"Listo señora,espera él",y  lo señalamos con el dedo.
-"Ok,primero pagan y después entran y eligen a la chica que quieran. Son diez pesos por 20 minutos",dijo anotando nuevamente algo en su cuadernito.
Juntamos el dinero y se lo entregamos.  Después se puso de pie y nos abrió la puerta. 
-"Tu buena acción va a ser recompensada,hijo",le dijo Marcelo cargándolo,mientras le ponía una mano en el hombro.
Entramos en fila india mientras mientras Aldo se quedó esperando e el pasillo.
-"Como lo cagamos",dijo Marcelo y todos reímos. Sabíamos de la importancia de estar en grupo en una situación así y Aldo iba a tener que entrar solo.
Adentro había un living semi oscuro con dos sillones y un pool en el centro. Estaba apenas iluminado por algunas luces de colores y al fondo había una escalera de madera que llevaba a un primer piso donde se veían dos puertas. Al lado de la escalera había otra puerta.  Esta se encontraba abierta y su interior estaba  iluminado. Algunas voces salían de ella.
-"¡Chicaaaas,clientes!",gritó la mujer.
-"Vamos a conocer la cara de Dios",me dijo Marcelo al oído,emocionado.
De la puerta iluminada comenzaron a salir las chicas. La primera era igual a Karadajián. Tenía más de 50 años y era alta,de pelo blanco y largo y con una espalda enorme. Estaba en corpiño y bombacha y en la mano traía un pedazo de pan que masticaba con ganas. 
-"Esa es tuya",le señalé a Enrique.
-"Tomátelas",me contestó riendo.
Detrás de la luchadora caminaba una mujer algo más joven,flaca y alta . Pero muy flaca. Tenía un vestido bobo y unas calzas que se pegaban a sus piernitas de tero. Sonreía como si estuviera modelando.
La tercera era una petisa de pelo muy corto con una cabeza desproporcionada para su cuerpo. Estaba directamente con los pechos al aire y tenía una bombacha tan ajustada que daba la impresión que el elástico iba a penetrar en su abdomen partiéndola en dos.
-"¡Mirá,está en tetas!",me dijo Oscar excitado,codeándome en el brazo. No podíamos dejar dejar de mirarle los pechos a la petisa. Eran grandes y algo caídos,pero al fin y al cabo  eran tetas de verdad y no siempre veíamos algo así en vivo. También parecía tener unos cuarenta años.
-"Che,falta la Franchescini y cartón lleno",le dije a Jorge que también parecía decepcionado por la ausencia de chicas jóvenes.
Las últimas dos estaban vestidas,como si recién hubieran llegado. Usaban pantalones ajustados y musculosas que dejaban en evidencia escotes y caderas prominentes. Salvo la primera mujer que parecía la más grande de edad,las otras no bajaban de cuarenta.
-"Hola chicos,¿Cómo andan?",nos dijo la hermana de Karadajián sonriendo  mientras tragaba el último pedazo de pan.
"Bien",contestamos al unísono con desgano.
Todas se acercaron y nos saludaron uno por uno con un beso. Estaban muy pintarrajeadas y sus perfumes tenían aromas fuertes. Cuando me saludó la flaca del vestido bobo vi que le faltaba el diente de adelante,pero a ella eso parecía no importarle y sonreía feliz.
-"Bueno,acá estamos",dijo la cabezona en tetas mientras se ponían una al lado de la otra haciéndose las sexys. Daban ganas de bajarlas a escopetazos a las hijas de sus buenas madres. 
-"Parece la defensa de Chacarita",dijo apenas audible Jorge. Nos esforzamos por contener la risa. 
Cómo ya estábamos ahí y la plata no la iban a devolver no nos quedaba otra que elegir a una y que sea lo que Dios quiera. 
Enrique fue el primer valiente. Eligió a la petisa en topless. Ella -Graciela era su gracia- le tomó la mano y se lo llevó a uno de los cuartos de arriba. Viéndola de atrás me arrepentí de no haberla elegido yo. 
Como no quería que me toqué la flaca huesuda ni la de luchadora jubilada me apuré en seleccionar a una de las"vestidas". Una era una rubia oxigenada-"Cassandra su nombre de guerra-y tenía dos globos que sobresalían de su escote. La de pelo negro-"Marta"-tenía unos labios gruesos y muy rojos. Me hacía recordar a Miscuamacus,el demonio cherokee de la película que salía de la espalda de una mujer. "Zafan",me auto convencí.
Mientras dudaba entre la mulatona o la Tettamanti Marcelo,Oscar y Jorge, como si se hubieran puesto de acuerdo,eligieron a la morocha de labios grandes,la oxigenada y la huesuda,en ese orden. Por un segundo pensé en arrebatarle la mina a alguno,pero iba a quedar mal.
¡Me quería matar! Cerré los ojos e insulté por lo bajo.
-"Me llamo Yolanda,pero podés llamarme Yoli...Vení cachorro,vas a ver lo que es bueno",me dijo en tono sey. Era altísima. Yo apenas le llegaba al hombro. Cuando subíamos la escalera le relojeé el trasero como para incentivarme. ¡¿Para qué hice eso?! Estrías y celulitis se movían al ritmo de sus pasos. Iba a tener que cerrar los ojos y mentalizarme en algo más lindo. Si,eso iba a hacer. Mientras subíamos los escalones me miró de reojo y con una sonrisa me guiño un ojo. Tenía miedo.
Cuando entramos a la habitación me asombre de lo amplia que era. Había olor a encierro. El cuarto tenía  varias divisiones. Unos biombos vidriados largos de tres hojas, de esos que no dejan ver hacia el otro lado,me separaban de las otras camas. A lo ancho del cuarto cruzaba a unos dos metros de altura una barra metálica de la que colgaban las cortinas que hacían las veces de precarias puertas corredizas. Básicamente estábamos en la misma habitación Jorge,Marcelo  y yo,cada uno con sus respectiva mujer pero separados por esos biombos vidriados.  Y en el cuarto  de al lado estaban Oscar y Enrique.
Era muy bizarro aquello. Podía escuchar todo lo que decían.
-"Bebote,ponete así",le decían a Jorge. "¿Mmm,todo eso es tuyo",le exageraron a Marcelo.
Con desagrado me pareció ver por la hendija el trasero flaco de Jorge. Pero era aún peor,por la tira del corpiño me di cuenta que en realidad era la huesuda. 
Se escuchaba el rechinar de las camas por el peso de los cuerpos de aquellos especímenes.
Prestando atención a todo aquello,no advertí que enfrente mío la Yoli se había desnudado completamente. Agradecí que aquel foco rojo alumbrara lo justo y necesario.
Se me escapó un"Maaamita". Era un llamado inconsciente a mi querida madre pero la Yoli lo tomó como un cumplido.
-"¿Te gusta lo que ves,no papurri? ¡Soy y tuya!". 
De repente su cuerpo amorfo y sudoroso se precipito sobre mi. Rogué que  fuera para darme su famoso"cortito" y que con el golpe seco me deje dormido, pero no tuve esa suerte. Me abrazó y yo cerré los ojos tratando de pensar en alguna imagen de esas que guardo en mi memoria y que tanto me ayudan en mis momentos de soledad. Pero era difícil abstraerse e irse de allí tan fácilmente. Entreabrí un ojo y vi que acercaba su boca semi abierta hacia la mía. Me iba a comer como a aquel trozo de pan y yo no podía hacer nada. No me quedó otra que dejarme llevar. Mientras más rápido terminara,mejor.
A los 5 minutos estábamos todos abajo,arreglando nuestras ropas y esperando para salir de ahí lo antes posible. Nos mirábamos entre asustados y relajados. Nadie dijo nada,solo queríamos irnos.
Cuando salimos al pasillo,Aldo nos recibió con una amplia sonrisa que ninguno contestó.
-"¡¿Yyyyy?! ¿Estuvo bueno?",inquirió exultante.
Respondimos con un"si"poco convincente. Nadie iba a decirle nada de las Critters que lo esperaban dentro del antro.  Eramos un grupo y el tenía que pasar por el mismo martirio.
Sonó el timbre. La Madama se levantó y camino hasta la puerta de entrada para abrir."Por favor,que no sea nadie conocido",implore.
Pero no eran clientes,sino dos chicas más. Para ser exactos,dos hermosísimas chicas más. Jóvenes y  radiantes,con todos sus dientes y carnes firmes. Miramos incrédulos como Aldo entraba feliz detrás de ellas.
-"Tendríamos que haber venido media hora más tarde",dijo Oscar.
-"O treinta años más temprano",le respondí yo con amargura.
La mujer sonrió mientras seguía anotando cosas en su cuadernito. 
                                                                  FIN






martes, 21 de enero de 2014

Castillos de Naipes

Me tomé el último sorbo de la taza de café y me recosté  sobre el respaldo de la silla.Enfrente mio, él.
Me miraba fijo,como queriendo leer en mis pequeños movimientos lo que iba a decir. Yo me mantenía callado. Imperturbable. Saqué de mi bolsillo derecho el celular y observe la hora en la pequeña pantalla del móvil. Hacía casi dos horas que estabamos allí. Luego de varios minutos de silencio incómodo,le sugerí
-¿Porqué no vamos a hablar a otro lado? La gente nos está mirando",le dije en voz baja
El miró a nuestro alrededor y corroboró que efectivamente era así. Las personas en las mesas cercanas desviaban la vista y retomaban las charlas que habían dejado pendientes para escuchar nuestra discusión.
Llamó al mozo con una seña y pagamos la cuenta. Salimos,esquivando los rostros de los comensales del bar que nos miraban de reojo.
Desde el momento en que me vio salir de su casa la tarde de aquel fatídico jueves lo había perdido como amigo. Ahora me veía como la persona que le había arruinado la vida,el cobarde que aprovechaba su ausencia para estar con su mujer.
Ya en la calle, lo observé con el rabillo del ojo caminar a mi lado,con la vista perdida en el suelo tratando de reprimir las ganas de insultarme,pegarme o hasta quizás de matarme. Por suerte para mi, él siempre fue un tipo tranquilo. 
Mis sentimientos se mezclaban. Tristeza,culpa,ira y desazón se arremolinaban dentro mío. Necesitaba que me entendiera. Necesitaba su perdón.
Los dos habíamos faltado al trabajo.
Me había llamado tarde,diciéndome que tenía que hablar urgente conmigo. Imaginé cual era el tema de la reunión. Me preparé para afrontarlo no sin cierto temor,no voy a negarlo.
Las dos horas de agitada discusión sólo sirvieron para caldear más la situación. De nada sirvió excusarme en que no lo hicimos a propósito,en que se dio casi por casualidad. Eramos culpables los dos de algo que no supimos manejar y que destruyó una pareja y una amistad de toda una vida. Cuando supe que se había enterado de mi relación con Ana mi mundo se había derrumbado como lo hace un castillo de naipes mal hecho. Sentí que mi vida había terminado. "Me va a matar",pensé en un primer momento. Pero fue peor que eso. Seguía vivo pero había perdido al hermano que la vida me dio. 
Nos quedamos parados en una esquina despoblada y poco transitada.
Dentro mio agradecí que siempre haya sido un tipo tranquilo. A veces exasperantemente tranquilo. Ignaciot siempre fue así,aún en las situaciones más extremas. Esa forma de encarar las vida evitó que la ira que hervía en sus venas estallara en un acto de locura salvaje sobre mi. 
-"Sos un hijo de puta". 
Sus ojos vidriosos me miraron fijo y no pude hacerles frente. Agache la cabeza,tomándomela con las dos manos para luego mirar al cielo, esperando que un rayo divino cayera sobre mi y me librara de ese suplicio.
De mis labios salío un apagado y casi inaudible-"perdoname Ignacio". No sabía que más decirle. Se me nubló la vista. Pese a que intenté en vano cerrar mis ojos para ocultarlas se deslizaron dos lágrimas de mis mejillas. Miré hacia el costado para ocultarlas pero mis torpes manos me dejaron en evidencia. 
Lo miré a la cara para decirle algo pero mi garganta estaba cerrada. Abrí la boca pero nada salió de ella.
Sus ojos rojos y húmedos seguían mirándome con rabia e impotencia. 
De repente comenzó a caminar en dirección a su casa. Lo seguí sin saber bien porqué lo hacía. Aunque iba varios pasos atrás podía escuchar su llanto,apenas perceptible pero imposible de disimular.  Caminaba como un zombie,arrastrando sus pies y mirando al suelo sin levantar la vista ni siquiera para cruzar la calle. Habíamos destruido a una persona. Aceleré un poco y me puse a la par.
-"Ignacio",le dije. Pero siguió como si yo no existiera.
-"Esperá Ignacio,no podés llegar así a tu casa". 
Se paró y me dijo con rabia:
-"¡¿Qué te pensás,que le voy a pegar o algo así?! ¿no me conocés acaso,forro?" respiraba a grandes bocanadas,como si recién parara de correr una maratón. Tenía razón. Yo era consciente que no iba a hacerle nada pero quería evitar lo que era inevitable. Perdería a mi amigo y a la persona que más amaba el mismo día.  Pensé esto y sentí una puntada en el pecho.
Respiró profundamente y algo más calmado, volvió a hablar
-"Ella no sabe que los vi. Voy a decirle que sé lo de ustedes y que quiero que se vaya.  Después hagan lo que se les dé la gana",dijo con furia reprimida y  siguió caminando,esta vez más rápido.
Lo volví a seguir.
Llegamos a la puerta de su casa y abrío la reja. Entró con pasmosa naturalidad,como si llegara de trabajar un día cualquiera. "Si me pasa a mi entraría rompiendo todo",pensé. Pero él era diferente.
Lo vi caminar el corto trayecto hacia la puerta de la casa sin saber que hacer. ¿Me quedaba allí esperando a que Ana saliera?,¿Me iba con ella o me quedaba con él? Otra vez la dolorosa puntada en el pecho. 
Esperé ansioso en la vereda bajo la sombra de un árbol.
De pronto se escucharon gritos. Me asusté. 
Se abrió violentamente la puerta. No daba crédito a lo que veía. Un hombre descalzo salió corriendo con la camisa y el pantalón desabrochados. Abrió el portón con fuerza y se subió a un auto que estaba estacionado a unos 30 metros de la casa,escapándose a toda velocidad.
Con la puerta abierta de par en par,Ignacio asomó su cuerpo. Se tapaba la cara con las manos en señal inequivoca de estar llorando desconsoladamente mientras dentro de la casa se escuchaba a Ana llorando a los gritos. 
Aturdido y con una terrible opresión en el pecho me dejé caer pesadamente sobre la base del árbol,apoyando mi espalda sobre él y sintiéndo nuevamente al castillo de naipes derrumbarse sobre mi.
                                                       FIN

lunes, 20 de enero de 2014

El Viejo Germán

Cuando giré en la esquina de la casa de mis padres vi un grupo de personas  hablando en la acera de enfrente. Busqué un lugar donde estacionar y me acerqué, viendo que entre esas personas estaba mi mamá. Cuando me vio,me saludo con una mirada triste diciéndome que Don Germán había sido internado producto de un desmayo mientras regaba sus plantas. Si bien tenía más de 70 años, siempre había sido un hombre con una salud envidiable.
Un nudo comenzó a cerrarse en mi garganta y miles de imágenes comenzaron a arremolinarse en mi cabeza.
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Cuando era un pibe el viejo Germán salía todos los días a la tarde a tomar mates a la vereda. Su casa estaba ubicada en la ante esquina y lindaba con el baldío que los chicos del barrio usábamos para jugar al fútbol. Siempre se quedaba mirándonos enfundado en una vieja y gastada camiseta de Boca de los años 10. El viejo tenía una prominente panza y en su cabeza sólo quedaban algunos resabios de pelos canos detrás de sus oreja y nuca. 
Todas las tardes cumplía con el mismo rito,sacaba una silla a la vereda mirándo hacia el campito mientras tomaba mates. Luego de unos minutos comenzaba con su show. Se levantaba con dificultad de la silla y empezaba a darnos indicaciones de lo que debíamos hacer en el campo de juego. "Largála rápido,rojo","Tenéla más,rubio", "Pegále al arco,flaquito",nos decía sin saber nuestros nombres. Y nosotros le hacíamos caso,más por respeto que por otra cosa. Y el"rojo"la largaba,el "rubio"la tenía y el"flaquito"le pegaba al arco. A mi me decía"pilincho" por mi corte de pelo al ras. Cuando el partido promediaba el viejo Germán, ya parado en el medio de la canchita,nos enloquecía con sus consejos,retándonos o aplaudiendo alguna jugada al grito de"Bieeeen,nene",cuando hacíamos una buena jugada. Dirigía,arbitraba y detenía el partido cuando lo creía  necesario para marcarnos jugadas o faltas. Apenas podía moverse debido a la edad y al sobrepeso ,pero lo hacía con tantas ganas que nosotros siempre lo obedeciamos. Nos hacía sentir jugadores de verdad.
Mis papás-que también se sentaban a la tarde en la vereda a disfrutar de unos mates y de la tranquilidad del barrio- miraban divertidos como Don Germán interactuaba con nosotros, enojándose,sonriendo y haciendo gestos ampulosos con las manos. 
-"Ustedes tienen que ser más organizados. No sirve que corran todos detrás de la pelota como locos",recuerdo que nos decía a pesar de que justamente jugábamos a eso, a correr todos amontonados tratando de pegarle fuerte para adelante, y nada más. 
-"Tiene que haber dos defensores,uno en el medio y uno arriba,lo mismo para ustedes,hay que pararse bien en la cancha", argumentaba serio mientras señalaba con el dedo indice distintos lugares de la improvisada cancha donde cada jugador debía moverse. Tendríamos siete u ocho años, pero él quería que jugáramos con posiciones bien marcadas y que cumplamos funciones específicas.
Después de correr por horas y ya muy cansados,nos hacía sentar a su alrededor para darnos charlas técnicas que nos entraban por un oído y nos salían por el otro. 
Sabíamos muy bien que era un maestro jubilado,pero le encantaba fantasear con un supuesto pasado de futbolista amateur exitoso,plagado de trofeos y campeonatos ganados.
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-"¿Qué le pasó?, le pregunté preocupado.
-"No sabemos todavía,lo encontró Don Alberto tirado en el jardín a la mañana temprano. Al momento llamó a la ambulancia y se lo llevaron pero no supieron decirnos que le pasó". Miré  hacía la casa nuevamente.
Una vecina se acercó a nosotros y aproveche para dejar acompañada a mi madre. Crucé la calle y entré a la casa de Don Germán.
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Cuando el viejo se largaba a hablar no lo podíamos parar. Se iba de un tema al otro sin que haya conexiones entre ellos. Nos hablaba de su Berazategui natal, de cómo era antes que el Río de la Plata creciera y la dejara bajos sus oscuras aguas junto todas las demás localidades de esa zona, de sus compañeros de trabajo, de sus amores, de su equipo de fútbol, de música. Nosotros escuchábamos con asombro las anécdotas de su juventud lejana,romántica y algo exagerada.
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El portón estaba abierto. Varios allegados a Don Germán hablaban en el vereda. Saludé y me respondieron con un gesto cordial. Don Alberto,el vecino que lo encontró esa mañana había dejado las puertas abiertas para que el aire limpie un poco el olor a encierro de la casa. Como no tenía familiares cercanos,Don Alberto tenía las llaves por cualquier emergencia que surgiera.
Dentro, los rayos del sol iluminaban el pequeño living amueblado con dos sillones antiguos y una pequeña mesa de roble acompañada de cuatro sillas. En un modular tenía unos aparatos viejos,vasos y demás chucherías. En el lugar más alto y visible del mueble había dos trofeos con la base de algo muy similar al mármol de la que colgaban sendas medallas con inscripciones que decían"Campeones 2008" y"3er Puesto 2010".
Sobre una de las paredes pendía una pantalla de televisión holográfica  conectada desprolijamente a un visor de imágenes. Encendí el visor y se sucedieron una detrás de otras fotografías holográficas y videos de corta duración de su juventud. La primera lo mostraba posando con su equipo, llevando una camiseta celeste con vivos azules y la número 10. En otras estaba jugando,comiendo en grupo,con alumnos,en la escuela y en la playa. En todas ellas estaba riendo,feliz. Supuse que tendría unos treinta y pico en esos años. Sonreí al verlo ya calvo y llevando orgulloso un gran abdomen que denotaba que tuvo una buena vida. Y aunque era la primera vez que veía a sus amigos me pareció que los conocía desde siempre.
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Se acomodaba en el silla haciendo un sonido de esfuerzo con su boca para luego exhalar aliviado una vez que ya estaba en una posición cómoda. Y comenzaba:
-"Teníamos un equipazo. Beto,el arquero,era el mejor de la zona sur. Era imbatible,tanto por arriba como por abajo. Cinco años consecutivos la valla menos vencida de Berazategui y Quilmes. Lástima que le gustaba demasiado la bebida,sino seguro hubiera llegado a jugar en Europa y en la Selección. Y teníamos a tres hermanos que jugaban de memoria. Los vi hacer jugadas con los ojos cerrados,así de bien se conocían...y en el medio teníamos a un paraguayo que era una maravilla. Había sido suplente en Olimpia y hasta llegó a jugar en una selección juvenil de su país,pero una lesión lo marginó para siempre y no pudo llegar más lejos. Y arriba jugábamos el Adolfo y yo. El Adolfo era una bestia, le pegaba con un fierro. Y yo era el goleador y capitán. Ustedes ahora me ven así,pero de joven era flaco y muy ágil. Me comparaban con el pájaro Caniggia los muchachos porque además tenía el pelo largo y era muy rápido. ¡Y cómo saltaba! Me cansé de hacer goles,me cansé". Nos decía con tal convicción que era imposible no creer en sus palabras.
Las historias variaban según su conveniencia. Si defendíamos mal,nos contaba lo bien que él defendía cuando el equipo necesitaba que juegue abajo. Si alguno intentaba una chilena o tijera en el aire,él nos explicaba como realizar los movimientos. Según lo que decía,tenía más de 50 goles de chilena en su haber.
Una tarde le preguntamos porque siempre usaba siempre esa vieja camiseta. Nos dijo que le quedó de recuerdo de cuando fue a probarse al club de sus amores,y que aunque no quedó,en su corta estadía había visto en persona a Riquelme-un ex jugador de Boca muy exitoso allá por comienzos de este siglo- al cual admiraba mucho.  Desde ese día guardó esa camiseta como una reliquia. Nosotros mirábamos la camiseta y nos resultaba difícil imaginarnos esa enorme prenda en el cuerpo de un jugador de fútbol profesional.
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Me asomé por la ventana que daba al patio trasero de la casa,mirando cada rincón con nostalgia. Afuera,en una soga había ropa tendida. Mis ojos se posaron en un costado del patio. No podía creer lo que veía: en el lavadero estaba la vieja camiseta de Boca,desteñida,con algunos agujeros de polilla y descocida en una de las mangas. El azul era ya un violeta opaco y la franja amarilla tenía manchas que parecían de lavandina. La extendí con mis manos al sol para verla bien. Tenía la publicidad despegada pero para tener más de 40 años estaba muy bien conservada. Era su tesoro. Aún sabiendo que nunca perteneció al tal Riquelme, evidentemente para él aquella prenda había sido especial por algún motivo. La doblé y coloqué bajo mi brazo izquierdo para llevárselo cuando fuera a visitarlo a la clínica. Adentro seguían sucediéndose las imágenes pero ya Don Germán tenia varios años más, aunque seguía con la misma sonrisa franca de siempre.
Apagué el aparato y me fui, llevándome conmigo aquel pedazo de historia. Historia de la cual yo también era parte.
                                                                                                                       FIN


viernes, 10 de enero de 2014

Obsesión

Pasé por la vereda de su casa una vez más. Tenía que verla. Quería verla ¿Obsesionado? Puede ser. La quería. 
El portón y las rejas pequeñas dejaban ver todo el frente de su hermoso hogar.
Fui varias veces de una esquina a la otra haciéndome el desentendido,sólo para observarla. Hacía más de una semana que había captado mi interés, y hoy ya hace una hora que merodeo sin que  ella se dé cuenta de mi presencia.
En mi último recorrido me quedé en la esquina varios minutos, pensando. Prendí un cigarrillo y miré nervioso el reloj sin ver la hora. La calle estaba abarrotada de autos pero muy pocas personas caminaban por las veredas. 
Me quedé parado frente al semáforo, como si esperara para cruzar. Giré en círculos, mirando a ambos lados de la calle, dudando todavía si me iba a animar. Tenía miedo al fracaso. Mis manos transpiraban a pesar del frío. 
Más lento que las veces anteriores me acerqué nuevamente a la casa. Ella estaba en el porche sentada en una reposera con la computadora portátil apoyada en sus piernas. Estaba sumida en su mundo virtual. La rodeaba un pequeño jardín con un césped muy verde y canteros con coloridas flores. Desde mi perspectiva su largo cabello negro tapaba por completo su rostro. Supuse que tendría unos dieciocho años,como yo. 
Respire profundo y tomé coraje. Era ahora o nunca. Dí un ágil salto y traspasé las diminutas rejas para luego arrebatarle con rapidez la computadora. No opuso resistencia, sólo dio un grito corto y agudo. Con el corazón explotándome en el pecho,repetí el salto y me fui corriendo veloz como un rayo.
                                                                                                                FIN

sábado, 4 de enero de 2014

Estrellas

                                                        
El cielo oscuro y despejado dejaba en evidencia un mar de estrellas que brillaban hermosas sobre sus cabezas. Benjamín las observaba atónito en el regazo de su abuelo,escuchando atentamente lo que él decía.
-"Mirá Benja,esa estrella se llama Sirio",le dijo apuntando con su dedo un lugar en el cielo.
-"Es una de las que más brilla y está tan, pero tan lejos que la luz que vemos salió de ella antes de que vos nacieras...". El niño lo miró,como no entendiendo muy bien lo que su abuelo le explicaba. El anciano sonrió ante la mirada de su nieto de siete años. Volvieron a levantar la vista y se quedaron callados por unos minutos.
-"¿Cuándo nací adónde estaba la luz de esa?",preguntó Benjamín con ingenuidad mientras señalaba un lugar perdido del cielo,donde titilaban cientos de pequeños puntos luminosos. Su abuelo no pudo contener la risa.
-"No sé Benja,el abuelo tanto no sabe...",se disculpó.
El niño seguía observando mientras las preguntas se acumulaban en su cabecita. Quería saber más.
-"¡Mirá esa como brilla,abu! ¿cómo se llama?".
-"¡Esa no es una estrella! es la luz de una antena de alguna radio,supongo" ,y  lo abrazó con fuerza,dándole un beso sonoro en una de sus mejillas rechonchas y  rosadas.
-"¿Qué estrella brillaba cuándo vos naciste?" El abuelo,entendiendo a lo que se refería, contempló la bóveda celeste detalladamente y luego de unos minutos dijo,-"Hay muchas estrellas y alguna de ellas<brilló> seguramente cuando yo nací, pero no sabría decirte cual. Hay millones y sus luces tardan cientos o miles de años en llegar hasta nosotros...cuándo seas más grande vas a entenderlo mejor." Benjamín escuchaba con gran interés. Quería seguir preguntando pero no pudo.
-"Ahora vamos adentro que la comida ya debe estar".
Se levantó de la reposera tomándolo de la mano y comenzaron a caminar hacia la puerta. El niño seguía mirando hacia el cielo. Internet tenía más respuestas que su abuelo,lo sabía muy bien. Pero era mucho más divertido escucharlo a él. 
                                                                   FIN