sábado, 5 de abril de 2014

Sueños Rotos

Abro los ojos y frente a mi un mar de hojas de un verde intenso dejan ver entre entre ellas pequeños trozos de cielo azul. Me quedo quieto observando el contraste de colores pensando en lo afortunado que soy de estar en este lugar único e inigualable. Junto mis dos manos y las ubico detrás de mi cuello,improvisándolas como rústicas almohadas.
El pasto bajo mi cuerpo es tan mullido como el colchón más cómodo que pueda existir mientras a lo lejos asoman montañas nevadas. Al pie de éstas un bosque de coníferas se despliega majestuosa hasta terminar mansamente en un pequeño lago de aguas cristalinas que agregan más colorido a este paisaje de ensueño. A mi alrededor todo es tranquilidad. Solo me acompaña una brisa fresca y pura.
Respiro profundamente como si con ello llenara mi alma de montaña y vegetación salvaje. Mientras, con parsimonia, me pongo de pie contemplando cada rincón de este paraíso y extiendo mis brazos desperezándome al tiempo que lleno mis ojos de colores y formas.
Camino hacia el lago por la alfombra natural más bella de todas,esa que la naturaleza anárquica pinta sabiamente sin seguir patrones fijos ni de formas ni tamaños y donde los distintos tonos de verde,violeta y amarillo acaparan la escena. El aroma de las pequeñas flores a mi alrededor es embriagante, haciendo que cada paso que doy sea simplemente único.
El lago refleja con tanta precisión y nitidez que parece un espejo gigante. En él,el paisaje se duplica con perfección única, como si el creador hubiera querido que toda esa belleza pudiera observarse en ella con orgullo y porqué no,con algo de vanidad.
A orillas del lago un millar de pequeños guijarros de color blanco reciben mis pasos con alegres sonidos mientras el agua calma parece esperar con ansias mi llegada.
Me inclino hasta ponerme en cuclillas con la intención de beber un poco de agua cuando siento un movimiento extraño.
El paisaje desaparece.
Alguien toca mi hombro otra vez.
-"¡Eh,amigo!,¿tené una moneda?".
Me sobresalté.
Levanto la vista y el pibe seguía parado a mi lado mirándome sin saber que debajo de mis lentes oscuros había unos ojos cerrados. Acomodo las gafas en mi frente para refregarme primero los ojos y después el resto de mi rostro mientras de muy mal humor le digo que no. Cuando se da vuelta escucho que maldice entre dientes.
Mi reloj marca las 14:15 horas. Para mi sorpresa veo que había dormido cuarenta y cinco largos minutos. Me levanté con rapidez y sentí un fuerte dolor en la espalda. El tronco del árbol que había sido mi apoyo durante casi una hora había dejado sus secuelas. 
La avenida estaba congestionada de vehículos. Las bocinas, el ruido de motores y las voces de las cientos de personas que iban y venían no me dejaban pensar con lucidez. El aire enrarecido por los gases despedidos por los automóviles tornaba el casi irrespirable. Necesitaba salir de allí de inmediato.
Me fui pensando en como el dinero y la realidad habían pisoteado nuevamente mis sueños,casi en forma literal.
                                                                                                FIN